lunes, 21 de febrero de 2011

Para vos, Roberto...


La solemnidad de
      este fin de tarde
De nieve y premonitoria
      penumbra
calma mi espíritu

También
anuncia la inevitable noche
      con la danza arcana
de nuestra abuela Luna (Mama Paxsi)
y determina
      paradójica y cósmica
la salida del nuevo sol (Tayta Inti)

Un amanecer prístino
y siempre fugitivo
huyendo desde que
      se llega a la vida.

Un pasaje breve,
que tiene como objeto inequívoco
      destinarnos a la semilla;
desde que nos abrimos
a estos pasajeros y huidizos tránsitos.


Los segundos se desatan incontenibles
y siento tu presencia profunda
hermano,
en el círculo pesado de mi vida.

Hermano, sí.
Compañero, claro!
Roberto
Roberto Miranda
Tito Rana Ronron
Activista y albor
sindicalista, padre
revolucionario, esposo
compañero, compañero
maestro, humilde humano
guía, proletario
activista, hermano,

Son sólo algunos de los roles
con los que cruzaste nuestras vidas
son las relaciones
      mediante las cuales
nos enseñaste, nos guiaste,
nos mostraste el camino de sonrisas y lucha.
Son las enormes vidas que viviste,
      sólo algunas…

Ahora que,
      en el umbral cíclico,
de las vidas,
te preparas con curioso coraje
      con tierna certidumbre
      pleno de elocuentes silencios
tu gran espíritu
ya resplandece humilde y diáfano
      ¡Gran Maestro!

Marchas,
guatemalteco rubicundo,
a cotejar los ciclos aprendidos
en la danza mágica y arcana
de tu espíritu
en los nuestros.

La tarde hace un alto
      en su desaforado develarse
y me permite
mirarte con el corazón.
Te palpito vital, necesario y alegre,
      Claro y elocuente.

Mientras que tu lozano espíritu
de colibrí y quetzal,
      indoblegable y estoico hasta el llanto,
se me fija en la vida,
      móvil,
      siempre móvil,
      fluyendo incontenible
      en la danza primordial
      de nuestros ancestros
      y aquellas y aquellos que nos siguen

Roberto, hermano
te plantas sólido y hermoso
como anuncio anticipado
de mi propio fin de ciclo.

Eres mi espejo
mi vía paralela y complementaria
inevitable y consuetudinario.

Sí, ya lo se
Nunca necesitamos decírnoslo o callárnoslo
que son dos formas opuestas y complementarias
de anunciarme
mi propia humanidad,
desde la luz inicial
de la tuya propia.

Se que estarás justo ahí
      donde te necesito
cuando, como vos,
      lúdico y solemne
me toque buscarte
para que me guíes, otra vez,
por las diáfanas luces acumuladas.


Mientras,
en el interludio forzado
de mi espera,

¿Qué hago
      con tu alegría rotunda?
      ¿con la memoria de tu cuerpo dolido?
¿Cómo entiendo
      tu estampa de héroe fortuito?
¿Cómo interpreto
      tu incontenible calma,
      que es continua presencia?
¿Cómo hago ahora para entender
      tu mirada pulcra y escrupulosa?

Todo
se desliza en la tarde, esta tarde.
La nieve ajena
que cae irredenta, forastera,
me lleva mágica a sostenerte en mi alma
compañero hermano,
hermano compañero.

viernes, 18 de febrero de 2011

Despidiendo el cuerpo de Roberto


  • El velorio para Roberto Miranda se realizará el sábado 18 de febrero (2011) en la funeraria KELLY FUNERAL HOMES, 585 Somerset W, a las 19:00. (Siga este vínculo para obtener el mapa: http://goo.gl/maps/hj9g).
  • El funeral se realizará el día domingo 20 de febrero a las 14:00 en la Iglesia St. Joseph, 151 Laurier Av., Ottawa. (Siga este vínculo para obtener el mapa: http://goo.gl/maps/wkE4).
Las personas que quieren colaborar con comida, principalmente boquitas, para compartir después de la celebración por favor llegar media hora antes (13:30) y dirigirse directamente al sótano de la Iglesia para dejar lo que aporten. 

Gracias por su habitual colaboración y por su apoyo y solidaridad para con la familia Miranda Elías. 

Marcela

…………

  • Roberto’s wake will take place on Saturday February 18th (2010) at KELLY FUNERAL HOMES, 585 Somerset West, at 19:00. (Please follow the following link to get the map: http://goo.gl/maps/hj9g)
  • Roberto’s funeral will take place on Sunday February 19th (2010) at 14:00 in St. Joseph Church, located on 151 Laurier Av., Ottawa.  (Please follow the following link to get the map: http://goo.gl/maps/wkE4)
Those that want to contribute some finger foods and sweets for sharing after the service, please come down to the basement half an hour before the service (at 13:30) so we can organize the community sharing. 

Thank you for your ongoing support and solidarity to the Miranda Elías family.

Marcela

El flujo de la vida

Ayer jueves 17 de febrero, llovió en Ottawa. Una parte de la nieve acumulada durante el invierno continuó el sagrado ciclo del agua; los elementos danzaron enigmáticos y ciertos. Ayer Roberto abandonó su cuerpo y continuó su flujo natural. En la tarde, pasé como una hora junto a su cuerpo, hipnotizado por la calma de su cuerpo, mientras sentía la presencia indudable de su espíritu, que lo colmaba todo. Al contemplarlo, a veces tenía la impresión que su vientre se alzaba, apenas, para luego descender, apenas.

Es el flujo de la vida. La muerte es parte imprescindible de esta. La danza cósmica de la existencia en estos planos es la danza paritaria entre la vida y la muerte, un flujo constante de idas y venidas, finales de ciclo y renacimientos.


Luego estuvimos con Luisita, Janet, Carlos, Sheila, Glenda, Marcela, Laura acompañando a Roberto, acompañándonos unas/os a otras/os. Recordando la alegría con la que Roberto nos mantuvo todo el tiempo.

Algún momento, en la tarde, Janet dijo “tengo esta canción en la cabeza que la tengo que cantar”, mientras las siluetas en el cuarto de Roberto iban cambiando de formas y posiciones, con el sol estival que caía. Janet dio que la canción se la había enseñado Roberto y que iba algo así: “cra, cra, cra”. Sonreímos. Luego nos dimos cuenta de cuál era la canción y reimos con franqueza y humildad. Era Roberto que saludaba a Janet, que nos saludaba a todas/os las/os que estábamos ahí ¡con una canción! Tan típicamente Roberto. La canción era: “el alacrán, crán, crán, el alacrán, crán, crán, ay! Te va a picar…” Alguna vez Roberto me contó de este episodio con las/os hermanas/os que viajaron a Guatemala, entre ella/os Janet y Glenda. Corroboramos que esa era la canción y dentro nuestro supimos que nuestro Roberto seguía con nosotros, cantando, jugando, con su voz de tempestad caribeña deshaciéndonos los esquemas.


En otro momento me tocó estar en el cuarto de Roberto cuando Daniel, con gran integridad y amor indescriptible rasuró a su papá, mientras sus ojos le decían mil cosas. Fue un momento muy emotivo para mí, de gran ternura entre padre e hijo. Me conmoví muchísimo y aseguré a Roberto que hicimos bien en estas vidas, al ver a Flor (su nombre lo dice todo) y a Daniel como universos propios, prestos a emprender sus vidas, llenos de amor, marcados desde sus nacimientos por la semilla fuerte y sana de este mi hermano. 


Con Daniel nos dimos rápidamente la mano y no nos dijimos nada. Sólo nos sostuvimos la mirada por un momentico, seguros de que a veces las palabras ocultan más que develar. No necesitamos más que esto. Creo que Daniel sabe que puede contar conmigo en cualquier circunstancia. Se lo prometía a Roberto y pienso ser fiel a esta promesa.



En la noche volvimos a la casa de Roberto con mi esposa y compañera Carola. Nos hizo bien visitar a Roberto y verlo en su tranquilo sueño, sin dolor, sin nauseas, sin vómitos, sin agujas, sin efectos secundarios. Fue el presenciar una mariposa sale de su capullo para emprender o, más bien, continuar, su vuelo místico. Al entrar a la casa de Roberto escuchamos la bulla de las/os amigas/os, el ir y venir de gente, las conversaciones de esta gran comunidad que somos gracias a Roberto. Me dije: “Este Roberto sigue ahí, tanta bulla, esa calma, esa energía y calor que despedía la casa de Roberto éramos todas/os juntas/os”. Al entrar visitamos a Roberto, con la foto que le puse al lado suyo (la que está acá abajo) y con esa impresión de contemplarlo en su levísimo respirar. Una vez conjeturamos por qué lo veíamos así y quise explicarme que era porque somos nosotros los que respiramos y nuestras miradas se mueven a ese ritmo y crean esta ilusión óptica. En realidad es que Roberto ya habita dentro de nosotras/os mismas/os y es tan cierto que lo sentimos respirar. 


Hoy pasaré a visitar a Roberto y a la familia en unas horas más.



Si desean enviar mensajes a la familia o dejar comentarios en el blog de Roberto, pueden hacerlo utilizando el cuadro de comentarios acá abajo. Yo me ocuparé de hacer llegar estos comentarios y mensajes a Yoly, Flor y Daniel.



Gracias






jueves, 17 de febrero de 2011

Roberto..




Es con grandísimo pesar y tristeza que debo anunciar el fallecimiento de este enorme hombre, de este gran luchador: Roberto Miranda.

Roberto acaba de fallecer hace media hora, alrededor de las 12:50 de hoy jueves 17 de febrero del 2011 en la ciudad de Ottawa, en el Canadá.

En estos instantes me encuentro en la casa de Roberto y su familia, mientras ésta acompaña el cuerpo de Roberto y todas/os rememoramos la sonrisa que Roberto siempre tenía en labios, pese al enorme dolor que trató de doblegar su existencia en estos últimos meses; sin verdaderamente hacer mella en la fortaleza y espíritu juguetón de este increíble hombre.

Las/os amigas/os de Roberto estamos sentados en las gradas, cerca del cuarto donde Roberto se preparó con gran coraje y ejemplar entereza el transcurrir sus últimos minutos en esta vida suya. Ahora su espíritu ha trascendido el cuerpo con el que Roberto pudo lograr tantas cosas en esta vida increíble suya.

La presencia de Roberto, su espíritu formidable siguen tan presentes en nosotras/os, vencen a la fácil, pero compleja, materia de la que nos constituimos y se yergue total en nuestras vidas. Su presencia, en estos instantes, como desde que lo conocimos, alborota la tarde y nos asegura que él vive ahora en la certidumbre de nuestros corazones, de nuestros espíritus.

Roberto, hermano mío, gran maestro, guerrero del mañana, sigues con nosotros y nuestros espíritus se regocijan al saberte eterno en lo que quede de nuestras vidas. Te rendimos el homenaje que te mereces, te amamos con la pasión que nos ensenaste a amar la vida, lucharemos por nuestros pueblos y, sobre todo, por el tuyo.

Roberto, hermano, gran maestro, tu cuerpo ya descansa en paz y tu espíritu libre ahora continúa su viaje cósmico innumerable.



Gracias Roberto, por tu vasta presencia.

¡Descansa en paz, gran guerrero, amado compañero, hermano lúdico y guía verdadero!



…………………………………



It is with great sorrow and sadness that I must let you know the passing of this extraordinary man, this great warrior: Roberto Miranda.

Roberto abandoned his body just half an hour ago, close to 12:50 (local time), today Thursday February 17th, 2011, in the city of Ottawa in Canada.

In these very moments I am at Roberto’s and his family’s house, as Yoly, Flor and Daniel accompany Roberto’s body and we are all remembering Roberto’s permanent smile, despite the great pain he’s been going through, these last months. Although pain and suffering tried to break down Roberto, they never really had a chance for his spirit had an unknown source of fortitude and a playful nature. What a great man he was!

We, the friends of Roberto, are seating in the stairs, very close where Roberto got ready with great courage and exemplary strength of mind the last hours and minutes of this life of his. His spirit has transcended the body with which Roberto was able to accomplish so many things in this formidable life of his.

Roberto’s presence, his formidable spirit, is so present with us overcoming the easy matter we are made with and stands tall and humble in our lives. His presence in this very moments, and since we got to know him, stirs up this special afternoon and assures us the certainty of his existence in our hearts and spirits.

Roberto, brother of mine, great teacher, warrior of the days to come, you are still with us and our spirits rejoice by knowing you are now part of the eternal part of ourselves. We pay you a tribute, because you deserve this so much, we love you with the passion you showed us in loving life; we will keep on struggling for our peoples, especially, for your people.

Roberto, brother of mine, great teacher, warrior of the days to come, your body is now resting in peace and your spirit is, once again, free and is getting ready to keep on its innumerable cosmic journey.



Thank you so much, Roberto! Thank you for the vastness of your existence.

You can now rest in peace, great warrior, beloved comrade, playful brother and true guide!



lunes, 7 de febrero de 2011

Lunes noche

Dear all / Hola a todas/os,

I just talked to Roberto. His voice was stronger and always clear and clean. He told me he was feeling better today, his strength is quite formidable. I have so much admiration for this man. I will try to see him this coming Thursday and may take some pictures to share them with you.

Acabo de hablar con Roberto. Su voz se escuchaba con mayor fuerza y con la nitidez y pureza de siempre. Me dijo que hoy se sintio algo mejor y mientras recibia sus palabras por el telefono, constate la formidable fortaleza de este compannero y, claro, admirarlo con claridad y nitidez, como su voz. Tratare de visitarlo este jueves y tomar algunas fotos para compartir con todas/os ustedes.

Por el momento, buenas noches!

Detalle en la casa de Roberto / Adornment in Roberto's house

domingo, 6 de febrero de 2011

La vivencia de Vera - para Roberto


En 1993 Ken, ahora mi marido de 17 años, y yo fuimos a Guatemala.  En aquel entonces Ken era un estudiante de postgrado, y yo me encontraba en transición de  empleos.  Nuestro plan era de estudiar el español en forma intensiva por un mes más o menos y así llegar a conocer algo de otra cultura.  El plan era, tal vez, típicamente norteamericano.  Probablemente  podríamos aprender algo, sin comprometernos, y acumular unas cuantas historias para contar.  No sospechamos que las últimas semanas de nuestra estancia las pasaríamos en la compañía de Roberto, sindicalista entregado a la lucha sindical y crítico del gobierno y que estas semanas serían las últimas que Roberto pasaría en su país.  Nuestras vacaciones coincidieron con el gran cambio que vendría en las vidas de Roberto y Yolanda.  Esto no lo hemos olvidado, y nuestra relación  con ellos ha perdurado.


Fuimos a una escuela de idiomas en Quetzaltenango, ciudad también conocida como Xela, una ciudad en el altiplano al oeste de la capital.  La escuela tuvo una orientación activista, más bien de izquierda, en la escuela aprendimos algo sobre las Brigadas de Paz (Peace Brigades).  En aquel entonces, las Brigadas de Paz se ocupaba de acompañar a personas  en zonas de guerra o en zonas peligrosas.  La teoría era que los norteamericanos, canadienses, y europeos eran  protegidos por sus pasaportes y por ende podrían dar protección a personas amenazadas o en peligro.  A la vez podrían ser testigos en caso que los activistas políticos fueran atacados.  Nosotros habíamos voluntariado, con otros extranjeros, para estar en el hospital frente al cuarto de un sindicalista guatemalteco que había sido sacado de un autobús sobre la carretera panamericana, recibiendo un tiro en el estómago por haber filmado guatemaltecos en el campo.  Así eran nuestras acciones pasivas de apoyo.



Conocimos a Roberto a través de una de las profesoras de la escuela de idiomas.  Como varias de las maestras guatemaltecas, tenía dos trabajos; su trabajo principal era de directora de una escuela primaria para niñas.  Roberto era maestro en esta escuela, uno de los mejores, nos dijo, y también militante de la UTQ, Union de trabajadores en Quetzaltenango, militancia que le hacían sospechoso ante los ojos del gobierno.  Roberto, nos dijo, mientras conjugábamos verbos, había sido muy abierto en sus críticas del gobierno.  Algunos años antes, su hermano mayor, Willie, había sido un activista en el movimiento estudiantil.  Desaparecido, su cadáver fue encontrado en un basurero, evidenciando amplias quemaduras de cigarros.



Roberto vino a hablar a nuestra escuela.  Por nuestra parte, nos interesaba conocer una escuela guatemalteca, y visitamos su sala de clase.  Sus estudiantes – unas cuarenta niñas – presentaron “Blancanieves y los siete enanitos”.  Posteriormente, escuchamos un discurso de Roberto durante la Huelga de Dolores, un evento público en la semana santa, durante la cual manifestantes enmascarados son, por este tiempo, tolerados.  Poco después de la huelga, encontramos a nuestra maestra de español en la calle.   Parecía consternada, y después de abrazos y besos, nos hizo a un  lado y dijo: “Roberto vino a mi casa anoche, con mucho miedo.  Le han dicho que si no sale del país dentro de un mes, lo van a matar.”  Nosotros habíamos escuchamos muchas historias de este estilo, casi cada familia tenía una que contar, secuestrados en un callejón, sacados de un autobús en la noche.  A veces podrían ver el cuerpo, pero en la mayoría de casos, nada.



“¿Es que va a salir del país?” Le preguntamos. “Tiene que salir. No tiene alternativa” nos dijo. Ofrecimos nuestra ayuda, y nos encontramos a Roberto en un parque.  Sentado sobre un banco, nos contó lo que había pasado. El iba caminando para su casa después de una conferencia de noche. La calle estaba tranquila, él podía escuchar el sonido de sus pasos sobre la arena y la gravilla del sendero.  A unas cuadras de su casa divisó dos personas. Se le acercaron y le hicieron saber que llevaban armas bajo sus abrigos.  Le acusaron de ser un desestabilizador del gobierno y le dijeron que tenía que salir del país antes del 22 de abril.  Era ya  mediados de abril. Su hermano había recibido amenazas semejantes.  Roberto estaba muy preocupado por su madre, a la cual le había devastado el asesinado de Willie.  Por su propia securidad, y la de su mujer Yolanda y sus dos hijos, Flor de María y Daniel, se decidió abandonar el país.  Este era el comienzo de nuestro pequeño capítulo en la odisea de Roberto.



Roberto había pedido asistencia de las Brigadas de Paz, pero el grupo local tenía demasiado ya.  Entonces, por varias semanas, Ken y yo mismo asumimos este papel, simplemente el estar con Roberto.  Comenzó como un compromiso menor – un día o dos hasta que su situación se resolviera. Francamente no recuerdo como cada día condujo al siguiente.  El asunto resultó muy complicado.  Necesitaba documentos y una invitación de los canadienses para ir a Canadá.  Habían conversaciones con sus colegas sindicalistas, habían planes y compromisos y cambios de estrategia.  El carácter rudimentario de nuestro español y nuestra ignorancia de la burocracia guatemalteca hizo difícil entender todo.  Lo que sí era claro, era la preocupación de Roberto, la certeza de que las amenazas llegarían la acción.



Por varias semanas, estuvimos junto a  Roberto.  No parecía seguro quedarse en su casa; vivía con su esposa Yolanda y los hijos en la casa de los padres de Yolanda.  Su cuñada, quien cuidaba a los niños mientras Yolanda,  médica, estaba del hospital, vivía en la misma casa.  Entonces, cambiamos de lugar frecuentemente.  Algunas noches pasamos en la sede de la UTQ, durmiendo sobre colchones de paja.  Una noche escuchamos una bocina y lo que parecía ser tiros afuera.  Era el 22 de abril – el día en el cual Roberto había recibido órdenes de dejar el país.  El local no parecía seguro, y nos trasladamos a los terrenos de una escuela secundaria donde el padre de Roberto era el director.  Había una casita donde nos quedamos.  Los hermanos de Roberto pasaron para charlar, cocinar, y animar a Roberto.



Fuimos con Roberto a la Capital para obtener documentos y ver lo que el sindicato podía hacer algo para ayudar.  Un amigo de Roberto nos llevó a la capital en su auto, pero volvimos por autobús. Yo me senté al lado de Roberto en los primeros asientos del autobús, y Ken ocupaba el asiento atrás de nosotros.  Roberto parecía tranquilo, y conversamos sobre su trabajo, el país y sus creencias. Era un viaje de noche, y a escasos kilómetros de Xela el autobús se detuvo para un tipo de control. Mi corazón latía locamente mientras subió un milico armado.  Cosas malas parecían pasar sobre carreteras poco transitadas de noche en Guatemala.  El milico pidió mi pasaporte.  Yo buscaba en pasaporte mientras Ken le pasaba a Roberto su mochila, pues Ken la traía.  El milico se quedó viendo a Roberto pero prosiguió  pidiendo documentación a los otros pasajeros.  Volvimos a respirar hasta que el milico se fue y el autobús continuó el viaje.  Era un mensaje.  Si nosotros no habíamos estado con él, nos dijo, lo habría matado.



Una tarde, fuimos con Roberto a la Universidad de San Carlos donde él tuvo que hacer un examen. Su hermano Willie había sido un estudiante, y un mural pintado con su cara se encontraba allí.  El examen debía tener lugar a las seis de la tarde, pero hubo apagón y la sala quedaba sin luz.  El supervisor canceló el examen.  Antes que los demás estudiantes se retiraran Roberto les informó de las amenazas y de su proyecto de salir del país.  Varios estudiantes tomaron la palabra, alabando a Roberto por su coraje.  Una mujer estaba llorando, diciendo: “Mire lo que pasa con hombres como usted, que no tienen miedo de hablar en defensa de la justicia. Tienen que abandonar el país, y nosotros nos quedamos, con miedo.”



Eventualmente Roberto llegó a una casa segura en la Capital.  Yo tenía que tomar mi vuelo para volver a los Estados Unidos mientras Ken iba a Costa Rica para un programa de estudios de verano.  Nos consolaba saber que estaba seguro, que esperaba las invitaciones para irse a Canadá, y que un voluntario de las Brigadas de Paz estaba con él.  Pero supimos lo que pasaba: nosotros estábamos en proceso de abandonarle.  Nosotros teníamos nuestros pasaportes. Nosotros podíamos tomar vuelos. El se quedó con el miedo y en la espera caracterizada por incertidumbre.  De hecho, él y Yolanda y los chicos tuvieron que pasar por otros eventos de miedo antes de llegar a Canadá.



Nos regocijamos al saber que Roberto, Yolanda y los niños finalmente llegaron a un lugar seguro. Hemos tenido la fortuna de  conocerlos a través de los años.  Roberto nunca dejó de trabajar por lo que creía justo, y estamos asombrados por los estudiantes que enseñó, por las casas construidas en Guatemala, por los campesinos que tienen nuevas esperanzas por su trabajo. Cuando lo vemos, Roberto siempre nos agradece por esas semanas que pasamos con él en Guatemala.  Pero nosotros no hacíamos nada.  Sólo disfrutamos la compañía de un hombre valiente, comprometido y de gran corazón.  Poco después de regresar a los Estados Unidos, quise escribir lo que había pasado.  Recientemente leí de nuevo estos pensamientos que había escrito, y me quedaba atónita por el relato de haber visitado el barrio dónde Roberto pasó su infancia y juventud.  “Roberto pasa los primeros minutos estrechando manos y saludando a sus muchos amigos.  Ya estábamos acostumbramos a eso.  Roberto parece conocer a todo el mundo.  No puede transitar una calle de Xela sin pararse para charlar con alguien que conoce de sus muchas actividades: la escuela, los sindicatos, la universidad, la escuela secundaria donde su Padre es director. Un día fuimos con él a un banco, y tuvo un acogida calorosa de las guardias de securidad y los funcionarios del banco.  Cuando salió, estrechaba las manos de todos, diciendo “Gracias, gracias, mucho gusto.”  Y yo digo a Roberto, ¡nosotros somos los que te agradecemos!

viernes, 4 de febrero de 2011

Vera's experience in Guatemala - for Roberto


Hacer clic acá para la versión en español
In 1993, Ken, now my husband of 17 years, and I went to Guatemala. He was in graduate school and I was between jobs. Our plan was to study Spanish intensively for a month or so and to experience something of another culture. It was a pretty typical American’s plan — we would maybe learn a thing or two, no strings attached, have some stories to tell. Little did we know that for the last several weeks of our trip would be spent with Roberto, a teacher, union activist and government critic, and that these would be the last weeks he would spend in his homeland. Our little vacation coincided with an upending in the lives of Roberto and Yolanda. We have never forgotten, and those ties to them have held fast. 

We went to a language school in Quetzaltenango, also known as Xela, which was a city west of the capital in the highlands. The school had an activist, leftist orientation and through the school we learned about the Peace Brigades. At the time, Peace Brigades was providing what it called accompaniment to people in war zones or dangerous areas. The theory was that Americans, Canadians and Europeans were protected by their passports and could, by extension, provide protection to people who were threatened or in danger. Or could bear witness if harm should come to political activists. We volunteered, along with many other foreigners, to sit in the hospital outside the room of a Guatemalan union activist who had been pulled from a bus along the Pan-American highway, shot in the stomach for his work filming Guatemalans in the countryside. Such were our passive acts of support.

We met Roberto through one of the teachers at the language school. Like many of the Guatemalan teachers, she was moonlighting; her regular job was as the principal of an elementary school for girls. Roberto was a teacher there, one of the best, she told us, and also a member of the UTQ, the workers’ union in Quetzaltenango, which made him automatically suspect in the eyes of the government. Roberto, she told us between conjugating verbs, had been vocal in his criticism of the government. Years before, his older brother, Willy, had been a student activist. He disappeared, his body later found on a garbage heap covered with cigarette burns.

Roberto came to speak at our language school, and, being interested to see a real Guatemalan school, we visited his elementary school classroom. His students – 40 girls -- performed “Snow White and the Seven Dwarves.” Later, we listened to him give a speech during the Huelga de Dolores, a public rally held during the Easter week in which masked protesters were temporarily tolerated. Shortly after the huelga, we ran into our language teacher in town. She looked distraught, and after greeting us with kisses, pulled us aside. “Roberto came over to my house last night in a complete panic. They said if he wasn’t out of the country in a month, they would kill him.” We heard many such stories, and almost every family had a one — someone dragged away in a narrow street, snatched from a bus in a dark countryside. Sometimes there was a body to claim but most of the time, nothing. 

 “Is he going to leave the country?” we asked. “He must,” she replied emphatically. “He doesn’t have a choice.” We offered to help, and met Roberto in a park. Sitting on a bench, he told us what had happened. He was walking home after taking a night class. It was quiet on his street, and he could hear the crunch of the sand and gravel under his feet. A few blocks from his house, he saw two figures. They drew up to him and indicated guns under their jackets. They accused him of trying to destabilize the government, and told him he had until April 22 to leave the country. It was already mid-April. His brother had received similar threats. He worried about his mother, who had been devastated by Willy’s murder. For his own safety, and for that of his wife, Yolanda, and their two small children, Flor de Maria and Daniel, he had decided to leave the country. That was the beginning of our brief chapter in Roberto’s Odyssey.

Roberto had asked for accompaniment from Peace Brigades, but the local group had too many requests for help. So, for the next several weeks, Ken and I took on that role, simply hanging out with Roberto. It started out as a small commitment – a day or two until he was settled; I don’t honestly remember now how each day bled into the next. Things were complicated. He needed documents, an invitation from Canadians to come to their country. There were discussions with his union colleagues, plans and promises and changes of strategy. Our rudimentary Spanish and ignorance of Guatemalan bureaucracies left us ill-equipped to understand. What was clear, however, was the extent of his worry, the absolute certainty that the threats would lead to action.

Over the weeks, we stayed by Roberto’s side. It seemed unsafe to stay at his house; he lived with his wife and children at  Yolanda’s parents’ home. His sister-in-law, who cared for the children while Yolanda, a doctor, was at the hospital, lived there, too. So we moved around. We bunked some nights at the UTQ headquarters on straw mattresses. One night we heard a honking horn and what sounded like gunshots outside.  It was April 22 – the day Roberto was told to leave the country – and could have been a warning. No longer feeling at ease there, we moved to the grounds of the high school where Roberto’s father was the headmaster. There was a small cinderblock house where we stayed. His brothers and sisters would come by to talk, cook, and try to lift Roberto’s spirits.

 We traveled with Roberto to Guatemala City to obtain documents and see what the national union could do to help. One of Roberto’s friends had given us a ride to the capital, but we took a bus home. I sat next to Roberto at the front of the bus, near the driver, and Ken sat in the seat behind us. Roberto seemed to relax, and we had a long conversation about his work and the country and his beliefs. We were traveling at night, and a few miles short of Xela the bus came to a stop at some sort of checkpoint. My heart was pounding wildly as a soldier with a gun boarded the bus. Bad things always seemed to happen on lonely roads at night in Guatemala. The soldier turned to me first and asked for my passport. I fumbled with my money belt to remove the passport, as Ken passed Roberto his sack, which he had been holding for him. The soldier glared at Roberto, but proceeded to ask people behind us for their papers. We barely breathed until the soldier had left and the bus started moving again. It was a message. If we hadn’t been there with him, he told us, he would have been dead. 

One afternoon, we went with Roberto to the University of San Carlos where he was scheduled to take an exam. His brother, Willy, had been a student on campus, and a mural depicting his face was painted prominently on the side of a building there. The exam was scheduled for 6 p.m., but not long into it, the power failed and the lights went out. The proctor excused the students from the exam. But before the other students left, Roberto told them about the threats and his plan to leave the country. A number of students rose to speak, praising Roberto for his courage. One woman was crying. “Look what happens to men like you, those who aren’t afraid to speak out for justice,” she said. “You’re forced to leave the country, and we’re left here, afraid.”

Roberto eventually got to a safe house in Guatemala City. I had a flight back to the U.S., and Ken was scheduled to go to Costa Rica for a summer study program. We consoled ourselves that he was now in a safe house, that the invitations to Canada were coming, that a Peace Brigade volunteer had been assigned to stay with him. But we knew what was what: we were leaving him. We had our passports. We could get on a plane. He was still stuck in fear and limbo, and, in fact, he and Yolanda and their children faced a good deal more grueling events before finally getting to Canada.

We rejoiced when Roberto, Yolanda and their children made it to safety. And we have been so lucky to know them all these years. Roberto never stopped working for what he believed, and we’ve been awed by all the students he has taught, all the houses he’s built in Guatemala and coffee farmers he has given new hope. When we see him, Roberto always thanks us for those weeks we spent with him in Guatemala. But we didn’t do anything. We just enjoyed the company of a brave, committed, warm-hearted man.  Shortly after I returned to the states, I tried to record what had happened. Recently I re-read these jottins, and was struck by this account of visiting the neighborhood where Roberto grew up. “Roberto spends the first few minutes shaking hands and greeting friends. We have grown accustomed to this. Roberto seems to know everyone. He can’t walk down any street in Xela without stopping to chat with someone he knows from his many activities: school, the various unions to which he belongs, the university, the high school that his father runs. One day, when we accompanied him to the bank, he was received warmly by security guards and tellers alike. When he left, he shook every single tellers’ hand saying, “Gracias, gracias, mucho gusto.” And I say to Roberto, we are the ones who thank you.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Pude hablar con Roberto

Pintura en casa de Roberto

Escuche su voz potente pero cansada. Roberto sigue siendo Roberto, ha vencido al cancer.
Hoy tuvo un dia con mayor dolor que los anteriores. Dejara el suero y hoy pudo comer alguna tortillas guatemaltecas y no tuvo vomitos.
Es un proceso con altibajos.

Este domingo visitare a Roberto con un gran hermano que ayudo en transcribir el poemario de Willy. Se llama Alister y me dijo que seria un gran honor conocer personalmente a este hombre de gran estatura y coraje sin par: Roberto.

Buenas noches a todas/os

martes, 1 de febrero de 2011

Once a day was too much to hope for

We all live busy lives. I have been very much engaged in an action trying to preserve a forest in Beaver Pond on unsurrendered and unceded Algonquin territory. I spent three days going to the other side of the city, getting really, really cold, trying to share the knowledge that trees and us have this very special cosmic dance and cutting them down is like committing suicide.
I haven't had the chance to talk to Roberto these past few days. The last time I was with him (Saturday) he was feeling a bit better. It seems that the saline treatment was giving him a break from nausea and vomiting.
Tomorrow I have a class and I am planning visit or phone Roberto on my way back.


Some weeks ago, we had a nice evening at Roberto's house and these are the pictures of that evening. The Guatemalan food was great and we had two special guests from Guate: Roberto's sister and a friend of hers. He laughed a lot.

These last three days as I engaged in civil disobedience to fight for that forest, I thought about Roberto a lot. He's been there with me, as I surrendered to the wisdom and tranquility of a dormant forest at Beaver Pond, only to wake up to the horrors of modern civilization. Can you just imagine how the hibernating animals would feel when all of a sudden the are ripped apart by heavy machinery without understanding why?





This is us with Roberto and his family.

I'll be good. Tomorrow I'll get in touch with Roberto. As I write this late note, I hold in my heart a prayer for my brother/compañero.

Good night.

Marcelo