martes, 2 de noviembre de 2010

Continuando con el Día de Todos Los Santos Difuntos.


Buenos días a todas y todos,

Hoy será un día más para recordar a nuestros seres queridos, había olvidado mencionar a Luisito el hijo de Fredy, pero empezaré este mensaje recordándolo en este segundo día de visitas a los cementerios.  También voy a rendir un homenaje aun hermano y amigo Ramón Hernandez Escobar quien me ayudó cuando me estaban persiguiendo en Guatemala, 

¿Cómo están todas y todos?  Espero que Dios los tenga bien y que poco a poco vayan superando el dolor que nos ha tocado vivir.  Ayer fue un día muy tranquilo y sin nauseas y con poco dolor.  La noche fue un poco pesada.  Creo que la comida me cayó un poco pesada.  No me pude resistir a un tapado que Yoly preparó, estaba muy delicioso, de postre me tome el resto del agua de coco que sirvió para la comida.  El dichoso dolor se me apareció como a eso de las 6 de la tarde y después de la cena se agudizó, a pausas me dormí por unas cuantas horas.  A las 4 de la mañana me vine a escribir algo.  Empecé escribiendo en inglés para el público que no habla español. 

Quiero compartirles mi homenaje a Ramón Hernández Escobar, un valiente trabajador de la CIEDEG.

A grandes rasgos les comparto lo que escribí en inglés.  En el año de 1,993 cuando me amenazaron de muerte no tenía pasaporte para salir del país, Fredy había contactado a Nery Barrios (el viejo) para que me ayudara, pues en ese entonces yo era secretario de la Asociación de Estudiantes de la facultad de Humanidades, Secretario General del STEG sección Quetzaltenango y miembro consultivo de la UTQ. 

Nery coordinó conjuntamente con Vera y Ken amigos estadounidenses que estaban estudiando español en Quetzaltenango y que participaron en una conferencia que di en una escuela de español en Quetzaltenango, Vera y Ken al saber que estaban persiguiéndome decidieron darme 24 horas de acompañamiento hasta cuando las Brigadas De Paz Internacionales me llegaron a acompañar.

Volviendo al tema del viaje a la ciudad capital para ir a las oficinas de Emigración para solicitar el pasaporte para salir al exilio.  El viaje estaba programado para las 5 de la mañana, irían por mí Ken y Vera, Nery coordinó la salida y Ramón Hernández Escobar nos daría un jalón para llevarnos a la oficina de pasaportes.   Durante el trayecto nos fuimos hablando con Ramón, me estuvo explicando de que a él también lo estaban persiguiendo y que por más de 3 años no cesaban de llamarlo por teléfono amenazándolo a que se fuera del país o de lo contrario lo iban a asesinar.  Me dijo que no tenía miedo y que bajo ninguna circunstancia dejaría el país.  Me invitó a quedarme pues aducía que la gente como yo era muy útil en Guatemala y que si salía al exilio me iba a acomodar y a olvidar de la lucha.  Le respondí que había decidido en salir a petición de mi mamá, pues ella ya  no quería ir a dejar flores a una tumba como en el caso de Willie y me había pedido que al menos pudiera hablar conmigo por teléfono, pero que no quería otro mártir en la familia.  Al final Ramón comprendió de que era mi decisión y que me deseaba todo lo mejor en la salida.  Llegamos a las oficinas de inmigración sin ningún problema.  Ramón se ofreció de llevarnos de vuelta y nos pidió de que pasarnos por él para llevarnos de vuelta a Quetzaltenango.  Estuvimos largas horas en las famosas oficina de pasaporte, primero no aceptaban las fotos que llevaba, por no sé qué charadas, no tuve más que ir a tomarme unas al cubetazo, bueno que digo al instante, escogí un lugar en la calle de enfrente donde me sacaron las fotos, sin duda que las primeras estaban mejor, pues las que me había tomado en la calle parecía delincuente de alto peligro.  Como a eso de las 4 de la tarde obtuvimos el mentado pasaporte y nos dirigimos a la sede de la CIEDEG para ir por Ramón, después de una larga espera apareció Ramón para decirnos que estaban atrasados en un sesión que tenían y que era mejor que nos fuéramos en autobús  pues no sabía la hora que terminaría su compromiso.

Nos fuimos a la terminal de buses y logramos irnos para Xela en la famosa Sinaloa de las 6 de la tarde.  Todo iba bien hasta que nos íbamos aproximando a Nahuala después de haber pasado la base militar de Chupol  muy famosa durante los 80s cuando se desarrolló la campaña contrainsurgente, y la cruel represión que se vivió en Guatemala.  En el camino había mechas encendidas y a lo lejos se divisaban las fuerzas militares,  paramilitares o mejor dicho escuadrones de la muerte.  Pararon el bus y empezaron a buscarme entre los pasajeros, al inicio les costó identificarme pues estaba sentado a la par del chofer, atrás iban sentados Ken y Vera.  Cuando lograron encontrarme. Uno de los comandantes me tomo del cuello y dijo a este estamos buscando.  El silencio de bus fue interrumpido por Vera quien inmediatamente sacó su carnet de periodista, pues ella trabajaba como periodista de la revista New York Times y les dijo, si Uds. Van a llevarse a Roberto, también tendrán que llevarnos, aunque será difícil pues  reportamos a nuestro gobierno de que iban a acompañarme y por lo tanto tenían que llevárselos a ellos.  El encargado de la operación les dijo a los otros que tenían que irse y que más adelante iban a lograrlo.  Cuando continuamos la marcha en el bus se sentía un silencio y nerviosismo, por lo que el piloto del bus decidió poner música de ranchera para disipar un tanto la tensión por lo vivido.

Nos bajamos en la parada del parque Benito Juárez que enfrente hay un Pollo Campero y a petición de Ken nos fuimos a cenar, pues no habíamos almorzado.  Ya sentados en la mesa Ken me preguntó de cómo me encontraba y que me admiraba pues cuando me querían llevar yo no mostraba miedo o no estaba pálido como ellos o los otros pasajeros.  Les comenté que cuando me agarraron del cuello para llevarme, yo estaba diciéndole a Dios de que si ese era el momento final de mi vida, él iba a permitir que me llevaran y si no, el iba a permitir algo para que no sucediera nada, y eso fue lo que al final pasó, la intervención de ellos me había salvado de la tortura y muerte tal como sucedió con tantas hermanas y hermanos que fueron secuestrados, torturados y desaparecidos. 

Para calmar el susto nos recetamos un súper Campero y aquí me tienen, aún con la enfermedad, pero gracias a Dios aún estoy acá escribiéndoles estas líneas mal escritas. 

Voy a concluir mi recordatorio a Ramón Hernández Escobar.    A los tres meses después de encontrarme en el exilio en Canadá, conocimos a un profesor canadiense que asistía a una iglesia Anglicana que  nos regaló una revista donde en la carátula tenía la foto de Ramón y el encabezado decía LIDER DE LA CIEDEG FUE ASESINADO EN GUATEMALA DEJANDO DOS HUERFANOS Y SU ESPOSA VIUDA EN ESPERA DE SU HIJO MENOR.  Ya se imaginan el dolor que me causó esta noticia y sobre todo este vil asesinato.

Mis condolencias a la familia de Ramón y el no olvido sea mi homenaje. 

Como saben hoy se recuerdan a nuestros familiares, para mi es bueno recordar también a l@s herm@s que dieron la vida en la búsqueda de una Guatemala mejor a la de hoy, y porque no decirlo a un mundo más justo y mejor.

Los amo,

Roberto/Robert/Tito/Titin.



¡Dios los bendiga!

Roberto/Tito/Titin o Robert

Pd. Les dejo la tarea de corregir los horrores ortográficos y semánticos.






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