Buenos días a tod@s,
Hoy les escribo en una hora normal, el día ha comenzado, los rayos del sol empiezan a pegar, pero, no quitara el frio que empieza a pegar fuerte por estos lugares. Yo digo empieza a pegar pues en lo que a mí respecta sí que estoy sintiendo frio, cosa no muy común en mí. Los efectos de la quimioterapia me han pegado fuerte, después del levantón que tuve en la cena comunitaria, el domingo por la noche, empecé a sentir los síntomas del tratamiento que me dieron el viernes por la tarde. Los síntomas de la quimioterapia en esta segunda fase han sido diferentes, en el primer tratamiento los efectos fueron casi inmediatos, las náuseas y los vómitos fueron durante los dos primeros días, el cansancio se presentó casi hasta el tercer día. A partir de la segunda dosis las cosas han cambiado, en los dos primeros días no siento molestia alguna, solamente el sabor insípido de la boca, pero, casi no me dan molestias mayores, al tercer día los efectos son horribles, siento que los huesos los tuviera partidos en pedazos, la náusea es constante, me da una debilidad total, me cuesta aún sentarme a escribir algunas de mis notas mal elaboradas de siempre. Ayer me la pase casi noqueado todo el día, creo que dormí por todas las noches que me las paso en blanco. Hoy les estoy escribiendo a las siete de la mañana, como ustedes saben es raro en mí, pues generalmente empiezo a escribirles a la una de la mañana y concluyo mis escritos y mensajes electrónicos a eso de las 5 de la mañana. Ayer me hicieron unos exámenes de laboratorio para verificar si el malestar que tengo es debido al hígado, pues como saben en el tratamiento anterior estaba atrofiado y los síntomas que sentían eran similares a los de ahora. Probablemente esta mañana el oncólogo va a enviarme un mensaje con los resultados del examen de sangre que me hicieron ayer.
Voy a cambiar de tema, yo se que much@s de ustedes están interesad@s de saber lo que está pasando con mi salud, pero me gustaría compartirles una de mis anécdotas vividas durante la persecución en Guatemala.
Pintura en casa de Roberto |
Pues bien, vamos al grano. Ayer finalmente pude hablar con una canadiense que formó parte de las brigadas de Paz no violentas en Guatemala, Tamarah Feder. Para los que han leído la nota que escribí sobre los amigos de New York, Vera y Ken, pues voy a contarles la experiencia vivida con Tamarah, el 1º. de mayo de 1993. Ken estaba por irse a Costa Rica para hacer estudios del medio ambiente, esa fecha estaba asignada para que ellos dejaran la responsabilidad de darme acompañamiento las veinticuatro horas del día, previo a esta fecha, mi hermano Fredy y otros compañeros de la UASP habían contactado a las brigadas de paz internacionales para que me dieran acompañamiento, a sabiendas de que tanto Vera como Ken iban a salir del país, en esos días de trámites tuvimos la oportunidad de conocer a la canadiense Tamarah Feder quien estaba trabajando para las Brigadas de Paz, cuando ella habló con Fredy Ken y Vera se ofreció de ayudarme a establecer el contacto no solo con las brigadas de Paz, sino también con la embajada canadiense para conseguir mi salida del país. Para evitar conflictos con las Brigadas de Paz, Tamarah decidió no renovar su estadía en la organización a efecto de ayudarme más directamente, pues, en las políticas internas de las Brigadas de Paz los miembros no podían involucrarse en las decisiones o acciones de los perseguidos, pues es una norma de la organización. Cuando Tamarah habló con Vera y Ken sobre lo peligroso y delicado de mi caso, decidió colaborar y ayudarme para lograr las entrevistas en la embajada canadiense, además de ayudarme a llenar los formularios que estaban en inglés, pues en esa fecha mi inglés andaba por las calles de las amarguras, o sea no hablaba ni j, en cambio para leer, no comprendía ni pio. En fin no hablaba ni escribía en inglés. Ayer pude hablar con Tamarah y le dije que iba a escribir algo sobre nuestra experiencia en Guatemala. Ella me dijo que lo hiciera, solo que con la condición de que escribiera que ella no me había ayudado, sino que al contrario ella había sido la más beneficiada con esta experiencia, pues, a partir de todo lo vivido en esta parte de su vida, ella era una persona diferente y que todo lo que vivió la ayudó a ser diferente. Creo que quería que mencionara algo más, pero para evitar que esto suene a grandeza de mí parte. Voy a rogarle a Tamarah y a los que quieran expresar algo, nos envíen sus comentarios y los pondremos en el blog para que sea parte de la memoria de mi vida.
Bueno, tengo que dejar por un lado el estilo del gran Cortázar y voy a continuar con los recuerdos de la vida en Guatemala cuando Tamarah decidió ayudarme en salir del país vivo y sano. En la primera semana de mayo, después de que los amigos estadounidenses salieran de Guatemala, Brigadas de Paz se encargó de darme acompañamiento las 24 horas, durante este tiempo, tuve que ir a hacer varias diligencias a la ciudad capital, o de la capital a Quetzaltenango. Todas las noches teníamos que cambiar de casa para dormir, generalmente evadíamos la estadía en hoteles o lugares públicos, pues teníamos que andar con pies de plomo para evitar cualquier sorpresa. La persecución había aumentado a partir de la primer semana de mayo, para mí era imposible estar viajando de Quetzaltenango a la capital o viceversa, pues en ese trajinar tuve algunas experiencias que les voy a contar. Al principio de la persecución había pensado salir del país solo, no quería llevar a la familia a enfrentar el calvario del exilio. La primera opción de salida fue irme a los Estados Unidos, Vera y Ken me habían ofrecido que fuéramos a solicitar ayuda a la embajada, me negué rotundamente y creo que les contesté que no iba a ser ético comer el mismo pan con los que habían creado tanta tragedia en Guatemala. Ellos no lo tomaron mal, pues, tal como sabemos, aún en los Estados Unidos hay tanta gente linda que ha ayudado a desnudar las atrocidades que han cometido las autoridades de ese país en complacencia de varios políticos. Tamarah se ofreció en ayudarme a conseguir una audiencia en la embajada canadiense para explorar la posibilidad de salir para acá. La primer cita se dio, hable con Francios no me recuerdo su apellido, le expliqué lo que estaba pasando, se ofreció en ayudarme, pero pidió entrevistar a los brigadistas de paz para verificar la situación, después de la entrevistas con los amigos que me acompañaron, el diplomático canadiense me pidió tuviera cuidado pues sabía todos los peligros que estaba pasando, me sugirió de que mejor saliera con toda la familia, pues el frio en el invierno en Canadá y el estar lejos de la familia y del país iba a ser muy duro para mí y se ofreció en agilizar los trámites para que conjuntamente saliéramos al exilio. El siguiente día nos fuimos a Quetzaltenango para ir a hablar con Yolanda sobre la posibilidad de salir los cuatro en lugar de irme solo. Para ese viaje me tocó viajar con Timoteo un brigadista estadounidense y un alemán. Viajamos de la capital a Quetzaltenango vía Galgos, el bus estaba lleno, nos tocaron los asientos del fondo. El viaje transcurrió normal hasta cuatro caminos, pues allí se subieron dos hombres armados, uno se posesionó cerca del piloto del bus, el otro se dirigió hasta donde yo estaba sentado. El hombre se acercó con una pistola con el dedo en el gatillo, le daba vueltas y luego me apuntó en la frente, me dijo _¿Estás arralado?, yo no le contesté ni una palabra, pretendí no estar nervioso. Luego bajaba la pistola. Cuando llegamos a las Rosas volvió a amenazarme, el otro hombre encañó al piloto y cuando pretendían secuestrarme o no sé que más, Derk el brigadista alemán sacó una cámara y le tomó una foto, la luz del flash desubicó al hombre que me amenazaba y lo que hizo fue arrebatarle la cámara a Derk y le dijo al que apuntaba que se fueran y que más adelante iban a seguir con el plan. Después de que los hombres bajaron del bus Derk me dijo que no me preocupara pues la cámara no servía y que el flash nos había servido para escarpar. Timoteo sugirió que nos bajáramos del bus, tomamos un taxi y cambiamos de planes para pasar la noche en otro lugar de lo planificado. El día siguiente fuimos a buscar a Yolanda al hospital para darle a conocer lo hablado en la embajada. Para ella me imagino fue muy difícil tomar la decisión de acompañarme, pues salir conmigo y los niños representaba la renuncia a sus sueños de trabajar como ginecólogo, todo su futuro cambiaría. No se imaginan lo duro que resultó para mí esta situación pues estaba consciente de que Yolanda podría haber ayudado a mucha gente como médico. Pero en fin ella decidió acompañarme y tomar el riesgo de enfrentar situaciones que no tienen idea. Quedamos que iba a ir a la capital a solicitar los pasaportes de los tres. Para ello yo tuve que regresar a la capital, pues en Quetzaltenango sentía que me habían detectado y que iba a ser mejor de estar lejos de allí para evitar sorpresas. Estuve escondido en un seminario donde Rigoberta Menchú estuvo también escondida. Estando allí Yolanda y los niños pasaron el día de la madre haciendo diligencias y la noche la pasaron allí para salir de nuevo a Xela el próximo día. El 12 de mayo estaba en el baño cuando fueron a disparar en la ventana donde estaba alojado. Los brigadistas se enteraron y con ayuda de Fredy me cambiaron de lugar y estuve escondido por varios días. Cuando estuve en ese lugar los brigadistas tenían mucho temor de que los perseguidores pudieran lograr los objetivos de llevarme. Tamarah se enteró y viajó a Quetzaltenango para ir a hacer algunas diligencias, sobre todo para ayudar a Yolanda con el papeleo. Cuando hablamos por teléfono me recordó de una carta que le escribió mi papá para agradecerle toda la ayuda que nos dio.
Voy a dejar hasta acá esta pequeña nota con mi gratitud para Tamarah y no se imagina la emoción que siento de volver a contactarla, pues ahora que vive en Montreal podremos vernos y recordar tantas cosas vividas en Guatemala.
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